- Buenos días, Cari
- Buenos días…¿Qué hora es?
- Mmmm..espera…¿las diez menos veinticinco?
Cari pulsa el interruptor de la luz y coge el despertador de la mesilla.
-Las 9:37
Todos tenemos alguna curiosa –e innata- habilidad. Hay quienes están dotados con cualidades sorprendentes: doblan cucharas y nos dejan pasmados una tarde de domingo; follan “realmente” y abarrotan la corte de gazapos; adivinan el gordo de la lotería y olvidan comprar un décimo; Se llaman Julio y escriben a un tal Lucas o, simplemente, se entregan apasionadamente y despedazan muebles de Ikea …
Hay quien posee cualidades más habituales, pero no por ello menos originales: el que hace reír a la gente y se decia al humor; el que se ríe de la gente y se dedica a la política; la que adivina que anoche fumaste y es tu madre; la que adivina que anoche bebiste y es tu madre; el que adivina que anoche te la tiraste y es su padre...
Los dones, de eso sí estoy seguro, son cualidades muy caprichosas. Y provechosas si se saben emplear. Hace años conocí a dos hermanos, uno con el don de la filantropía, el otro dotado para la hipocresía; ambos dedicaron su vida a cultivar sendas habilidades: los dos eran curas. En otra ocasión traté con un matrimonio que convivía feliz. Ella tenía el don de enamorar y él la virtud de convencer; cada vez que ella seducía a un nuevo amante, él se convencía de que todo era una fantasía. Y qué decir del marido con don para hacer dinero y malvivir ahorrando y de su mujer, con gran destreza para gastarlo y disfrutar derrochando.
Ciertos dones son provechosos, pero los más, son intranscendentes, como freir un huevo con puntilla o tocarse la punta de la nariz con el labio de abajo (que no debemos confundir con freírse la puntilla de un huevo o tocarse el labio de abajo con la punta de la nariz, habilidades ciertamente substanciales).
Para mi el destino reservó una de esas cualidades improductivas. Un don soso, insulso y cronológico: adivinar -en cualquier momento y situación- la hora que señala el reloj. Ya marque la hora insular o peninsular, Zulú o de Greenwich, con cambio horario o sin él, con diez minutos de adelanto o media vida de retraso.
Es un don inútil, sin categoría ni lustre. Pero le tengo cariño. Es mi don y me lo foll…y lo utilizo cuando quiero.
-Buenos días, Cari
-Buenos días…venga..adivina que hora es.
-Las ocho y diez
-Upss..no, no..…son las 6:45
No puede ser.
- Buenos días…¿Qué hora es?
- Mmmm..espera…¿las diez menos veinticinco?
Cari pulsa el interruptor de la luz y coge el despertador de la mesilla.
-Las 9:37
Todos tenemos alguna curiosa –e innata- habilidad. Hay quienes están dotados con cualidades sorprendentes: doblan cucharas y nos dejan pasmados una tarde de domingo; follan “realmente” y abarrotan la corte de gazapos; adivinan el gordo de la lotería y olvidan comprar un décimo; Se llaman Julio y escriben a un tal Lucas o, simplemente, se entregan apasionadamente y despedazan muebles de Ikea …
Hay quien posee cualidades más habituales, pero no por ello menos originales: el que hace reír a la gente y se decia al humor; el que se ríe de la gente y se dedica a la política; la que adivina que anoche fumaste y es tu madre; la que adivina que anoche bebiste y es tu madre; el que adivina que anoche te la tiraste y es su padre...
Los dones, de eso sí estoy seguro, son cualidades muy caprichosas. Y provechosas si se saben emplear. Hace años conocí a dos hermanos, uno con el don de la filantropía, el otro dotado para la hipocresía; ambos dedicaron su vida a cultivar sendas habilidades: los dos eran curas. En otra ocasión traté con un matrimonio que convivía feliz. Ella tenía el don de enamorar y él la virtud de convencer; cada vez que ella seducía a un nuevo amante, él se convencía de que todo era una fantasía. Y qué decir del marido con don para hacer dinero y malvivir ahorrando y de su mujer, con gran destreza para gastarlo y disfrutar derrochando.
Ciertos dones son provechosos, pero los más, son intranscendentes, como freir un huevo con puntilla o tocarse la punta de la nariz con el labio de abajo (que no debemos confundir con freírse la puntilla de un huevo o tocarse el labio de abajo con la punta de la nariz, habilidades ciertamente substanciales).
Para mi el destino reservó una de esas cualidades improductivas. Un don soso, insulso y cronológico: adivinar -en cualquier momento y situación- la hora que señala el reloj. Ya marque la hora insular o peninsular, Zulú o de Greenwich, con cambio horario o sin él, con diez minutos de adelanto o media vida de retraso.
Es un don inútil, sin categoría ni lustre. Pero le tengo cariño. Es mi don y me lo foll…y lo utilizo cuando quiero.
-Buenos días, Cari
-Buenos días…venga..adivina que hora es.
-Las ocho y diez
-Upss..no, no..…son las 6:45
No puede ser.
Eso no es nada. Yo soy utilísima para saber qué bares están cerrados: si me apetece ir a uno, entonces es que ese es su día libre. Infalible, oiga.
ResponderEliminar¿Las 6:45? A seguir durmiendo, nene ;-)
estoo..¿quién dijo que estuviesemos durmiendo?..creo que tú sabes más de lo que dices, no sé, no sé (quizás estuviesemos de bares...abiertos)
ResponderEliminarTodo don tiene su mérito...
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