viernes, 8 de mayo de 2009

El último viaje

Acabo de bajarme, una vez más, del último tren. Veo como se aleja y siento una enorme tristeza, porque me gustaba el colorido de sus vagones, la fuerza de su máquina, el movimiento traqueteante que me acompañó durante varios meses en un viaje feliz.

Aunque con el tiempo, sin saber muy bien por qué, sus asientos revestidos de conflictos comenzaron a incomodarme, los compartimentos atestados de desencuentros se hicieron cada vez más estrechos y los vagones se llenaron de inoportunos pasajeros disfrazados de recelos.

No sé qué, ni cómo, ni por qué ocurrió, pero casi sin darme cuenta me he visto sentado en un banco del anden, viendo como el tren se hace cada vez más pequeño. Quizás si echo a correr lo alcance y consiga volver a subirme en él. Pero es muy probable que los vagones no vuelvan a tener ese colorido que vi al principio, que su máquina ya no arrastre los vagones con aquella inusitada potencia y que su movimiento traqueteante ya no consiga, como hacía, relajar mi ánimo.
No lo hago. No corro tras el tren, paralizado por el miedo a que nada vuelva a ser lo que era, miedo a tener que bajarme en marcha cuando sea demasiado tarde para no provocar un descarrilamiento.

Me quedo parado, sentado, esperando al próximo tren. No sé cuando pasará. Ni siquiera sé si habrá próximo tren. Pero si lo hay, ojalá sea tan lindo como este que ya casi no veo en el horizonte. Porque lo echo de menos.

8 comentarios:

  1. El tren se ha parado unos metros más adelante. Ten el valor, acércate. Te abrirá las puertas. Pero recuerda que la máquina parece robusta pero en realidad es frágil: no la fuerces, mímala.Sus asientos son alegres y coloridos si se trata bien la tapicería: no te sientes en ellos con rudeza o se ajarán. Ese tren te echa de menos, un tren sin su pasajero no es nada. El tren sigue esperando unos metros más adelante, ¿no lo ves?

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  2. Una vez empecé un viaje súper largo. Al principio iba la mar de cómoda, pero pasado un tiempo estaba hasta el gorro de tanto traqueteo. Me bajé en una estación, tomé un café y sopesé si me merecía la pena el traqueteo, los viajeros pesados, la inseguridad de saber que podría ocurrir un accidente, pero a pesar de todo el paisaje merecía la pena. A ratos rocoso, a ratos frondoso, pero siempre preciosos. Decidí que quería terminar aquel viaje. El tren seguía esperando. Menos mal, si llega a haber marchado, hoy seguiría tirándome de los pelos. No sé si llegaré al final del trayecto, puede ocurrir un accidente ferroviario, o puede que me canse de tanto viajar, quizás el tren llegue a su estación y yo necesite seguir hasta la siguiente. No sé. De momento sigo disfrutando del paisaje, es una pasada.
    Es el mejor de los viajes, sin duda.

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  3. razones para apearse de un tren:
    1. se ha equivocado de tren
    2. el revisor le ha echado por mal comportamiento o no llevar título de pasajero
    3. ha llegado a su destino
    ....si la respuesta no es ninguna de las anteriores más vale que corra a ver si lo alcanza que no tiene pinta de esperar mucho

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  4. Yo dudé al principio...el tren me daba miedo, porque era la primera vez en mi vida que viajaría en un vagón.

    Hoy, me alegro de haber tomado aquel tren. Este tren. Me alegro de viajar en él...mucho.

    Una de mis máximas es no abandonar nunca un tren en marcha o a punto de salir...no dejarlo escapar.

    Creo que si corres, aún estás a tiempo de cogerlo. Y tranquilo. No hará falta que saltes en marcha...si llega un momento en que debas bajar, el tren llegará a tu estación y parará.

    ;)


    Besicos!

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  5. Mari, barbaria, martha: gracias. Ahora mismo sigo sentado. Pero no en el andén. Voy en un vagón de primera clase. Fue una agotadora carrera, pero por suerte el tren se detuvo para esperarme. El paisaje es impresionante, como lo era al principio del viaje.

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  6. Gracias marthica! Chica de ayer, que razón tienes...

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Atrévete y dime lo que piensas, malandrín/a