Una de las cosas que se suelen hacer cuando te quedas sólo después de mantener una relación más o menos larga, es un examen de conciencia. Repasas todo lo bueno y malo que tienes , todo lo que te gustaría (y sabes que nunca podrás) cambiar y todo lo que hace que te sientas bien como persona.
Lo más fácil (por abundante, generalmente) suele ser reconocer la parte negativa de uno. En mi caso son varios y pintos los defectos que me achaco:
- Mi doble personalidad. Que la tengo, o al menos eso me dicen quienes bien me conocen. Y deben de tener razón, porque el título de este blog y el nombre de mi perfil surgieron espontáneamente, pero a la vista de lo visto, no fue algo casual. Sin embargo, aunque me provoque conflictos conmigo mismo, tener dos personalidades tiene sus ventajas, si es que funciona igual que las siete vidas de los gatos: cuando se me muera una, siempre me quedará la otra. Pero me aflige especular con cuál de las dos se irá antes, si la mala o la peor.
- Mi despiste vocacional, el cual me ha llevado a vivir situaciones muy vergonzantes. Por poner un ejemplo: en una ocasión, hallándome en el buffet de un hotel (estaba de vacaciones por tierras caribeñas) y tras llenar dos platos de ricas viandas, me dirigí a la mesa en la que me esperaba mi pareja por aquellas fechas y me senté a su lado. Hasta pasado más de un minuto no me di cuenta de que quien estaba a frente a mi no era morena y de ojos marrones, sino rubia y de ojos azul cielo. Me había equivocado de mesa. Cuando me percaté de mi pifia me turbé de tal forma que me sobresalté, tirando la copa de vino tinto sobre el vestido de la estupefacta y anónima compañera de mesa. Por suerte, la chica tenía muy buen talante y se tomó aquel bochornoso espectáculo con humor. Por supuesto, no volví a aparecer por el comedor del hotel el resto de mis vacaciones.
- Mi mala memoria. La cual, unida a mi despiste, me hace ir por la vida como un perfecto idiota. Puedo leer un libro, ver una película o escuchar una canción varias veces como si fuese la primera vez; me saluda gente por la calle que para mí son perfectos desconocidos, nunca retengo el nombre de la chica que tengo enfrente dándome palique y jamás recuerdo dónde he dejado las llaves, el tabaco, las gafas, la cartera o el móvil. Para combatir esta amnesia me compré una Moleskine con el fin de apuntar todo aquello que sé que se me va a olvidar, pero… ¿cómo recordar dónde coño he dejado la Moleskine?.
- Mis manías. Pensaba que eran un poco raras, pero la mayoría son de lo más corrientillas. Pisar las rayas entre las baldosas con un solo pie (al puro estilo Jack Nicholson en “Mejor imposible”, pero disimulando), comprobar y re-comprobar que he desenchufado la plancha y el ordenador antes de salir de casa (y aún así, debido a mi despiste y mala memoria, han sido muchas las veces que se han quedado encendidos), morderme la piel de las puntas de los dedos (agggg), quitarme las gafas para comer, hablar de futbol sin tener ni puñetera idea o menoscabar mis relaciones sentimentales en algun viaje a una isla (manía involuntaria, perfecto efecto del síndrome de insularidad) son algunas de ellas. Sólo algunas.
- Mi mala leche. Inoportuna, algunas veces improcedente e injusta y siempre efímera. Debe ser cosa del efecto “cuenca minera” que forma parte de mi código genético (o geniótico). Una putada, y de las gordas.
- Mi animadversión por mi trabajo. Sí, ya sé, a la mayoría de la gente le pasa. Pero es que a mí mi curro me gustaba, pero cada día que pasa lo aborrezco más y más. Aún así, me da de comer, oiga, así que como dice el
ladronzuelopolitiquillo Jaume Matas … ajo, agua y resina.
- Mi inseguridad, que me lleva a ser más perfeccionista de lo que debería, precisamente en aquellas cosas que menos deberían importar en la vida.
- Mi aversión por las segundas oportunidades. Nunca funcionan. Por eso, si algo falla a la primera ocasión… lo repito por lo menos tres veces.
En fin, estas son algunas de mis taras, aunque no las únicas. Pero tampoco se trata de darme caña, que el masoquismo no está entre ellas (¿o sí?). Para otra ocasión, mis excelsitudes, si es que dan para un post.
...despiste, mala memoria,mala leche, inseguridad...¡jobaa! ¡no vale!, estabas hablando, de tus defectos ¡¡no de los míoos!!
ResponderEliminar(Me alegra que estés de vuelta)
Me alegro que te alegres, barbaria. En estos momentos, que alguien se alegre por algún motivo que tenga que ver conmigo es, a su vez, una gran alegría.
ResponderEliminar¡Genial! Me encanta la gente original con peculiaridades, pero lo equivocarte de mesa me ha matado (y lo de las baldosas del suelo)
ResponderEliminarCompartimos algunas, no te creas. Hoy en día la gente está tan de aquella manera que eres de lo más normalito que conozco, jeje.
Te devuelvo la visita, también te seguiré (pero yo sin permiso) y repito: ¡¡¡mis Manolos son de verdad!!!
Saludos
Cata
Bueno nadie es perfecto, en algunas cosas coincidimos. Me ha hecho gracia lo de tu mala memoria, a eso lo llamo yo memoria pez!!! Y es que a mi últimamente me pasa a menudo, ando despistada despistada!! :S será la calor que hace por este mediterráneo que me está matando? jajaja. Ahhh!! Y lo de la cuenca minera...mi experiencia dice que aunque tengáis mala leche tenéis un gran corazón así que con eso me quedo. xD
ResponderEliminarUn besazo y que sepas que el post me ha gustado mucho, reconocer los defectos de uno es una gran virtud, para cuando nos informaras de todo lo bueno que tienes? estoy segura de que habrá mucho que leer.
eh, eh, eh! ¿como que normalito, Catalina? :P
ResponderEliminarQue sí, que tus Manolos son auténticos, que ese forro interior sólo puede llevarlos unos zapatos de reconocida marca, o sería una horterad..estoooo..¿que te iba diciendo?..cachis, que memoria la mia. ;). En serio, son muy bonicos tus Manoloscobar. Besos.
Gracias, de nuevo, Xenia. Como te envidio ese calorcito del mediterráneo, cachis. En cuanto a lo bueno..bueno...no se yo si la existiran bits suficientes en el universo para contarlo. Ea!.