jueves, 27 de agosto de 2009

Penetracíón sevillana

Sevilla. Domingo, junio de 2009. 5 de la tarde. Temperatura: 35 º C.

Si, ya sé, no pude escoger peor momento para ir a conocer la capital hispalense, pero oigan, que el viaje y la estancia eran gratis (el curro es lo que tiene, que a veces te da estas alegrías) y tampoco era cuestión de hacerles un feo a los jefes.

Era mi primera visita. Al menos en la práctica, porque en teoría yo YA había estado allí.
O eso pensaban Padre y Madre. El verano pasado me pasé unos dias en el aeródromo de Lillo saltando en paraca y para no preocupar a Madre (y no ponerle los dientes largos a Padre) les dije que me iba pa Sevilla de turismo. Claro que no había caido yo en que a la vuelta sería sometido al implacable interrogatorio telefónico de Madre:

- ¿Viste la Giralda? a que es bonita...¿que te pareció?
- Muy alta
- Si.....bueno...alta si que es.... ¿y el Parque Maria Luisa?
- Muy verde
- Ah...pues cuando nosotros estuvimos estaba todo seco, hecho una pena....¿y la Maestranza?
- Muy redonda
- Pero...si por fuera no es redonda....¿y... y.... la Torre del Oro?
- Muy ... (glupssss..¿dorada?) ...Estooooo..Madre te dejo, que me llaman por el fijo...
(bendita Telefónica, que me obligaste a poner fijo para tener línea ADSL, tienes suerte, gracias a los follones de los que me sacas me estoy replanteando lo del asesinato múltiple de tus ejecutivos...)

Total, que aprovechando la coyuntura me tire cuatro días haciendo turismo currando en esta ciudad, y aproveché para conocerla de verdá de las güenas. Y una de las conclusiones que saqué de la visita es que algunos de los tópicos sevillanos son realmente ciertos:

Tópico 1: Sevilla está llena de toreros. Hombre, igual llena, lo que se dice llena, no está, pero haberlos, haylos. Tras llegar al Hotel (el Puerta de Triana, mu recomendable...y si viajas de gratis total, ni te cuento) y darme una ducha que de poco sirvió (a los 5 minutos ya tenía chorreando la sobaquera) me disponía a bajar a recepción donde me esperaba algunos colegas de trabajo, cuando al abrirse el ascensor...¡coooño!....¿que me encuento? Pues no, no era un torero. ¡¡Eran dos!! (y yo sin el movil para inmortalizar tan típical escena).

Ahí estaban ambos, tan repeinaos, con sus trajes de luces, con su montera el uno y su barriga cervecera el otro. Que lo primero que piensas es que forman parte del equipo de animación del hotel, que van a montar un show pa los turistas. O eso, o que por un bucle espacio-temporal te has ido a tomarpolculo y has aparecido en el carnaval de Cádiz o en medio de un rodaje del Berlanga.
- Er...buenas tardes...son ustedes toreros de verdad?
- No quillo, yo zoy banderillero
(torero, banderillero, mozo de espadas ¡peroquemasdará!...si yo de toreros no entiendo na, si a mi lo único que me gusta es el rabo..el del toro, quiero decir...estoo, para comerlo claro...ay, mejor me callo).
- Y yo zoy picaó.
- Ya, sí, en eso ya había caído
- Por el caztoreño, claro
- No, por el sombrero ese redondo (y por el caballo invisible que llevas entre las piernas, majete)
- Poz ezo, quillo, el caztoreño.
- Ah, vale.

En la recepción estaban esperándoles el resto de la cuadrilla. Y todos juntos se subieron a un monovolumen dirección a La Maestranza, no sin antes recibir el cariñoso saludo de uno de mis compañeros de viaje que, apostado en la puerta y con cara de estar cumpliendo uno de sus sueños más inconfesables, les daba la mano a cada uno de ellos al tiempo que les gritaba con acento asturandalú "sueeette maeeeetro".

Tópico 2: Los Sevillanos son unos cachondos. Pos sí. Y además unos explícitos, anda que no. El Hotel estaba en la calle Reyes Católicos, muy cerca del puente Isabel II. Y justo en la esquina de esa calle con la avenida que recorre la orilla del Guadalquivir (el Paseo de Colón) se encuentran el Isbiliyya y El Paseo, dos bares con tal concentración de gays y transexuales que uno, sin querer, no podía evitar apretar bien las nalgas. Y no por el ambiente gayer que había allí, no. Sino porque justito al lado, estaba este aviso para navegantes:

Menudos trabucos manejaban el Julio y el Marqués, tú.

Tópico 3: "Viva er Beti manque pierda". Eso sí, con rebajas, que en segunda división se vive mu mal (la frase "liquidación por fin de temporada" no tiene precio..nunca mejor dicho)


Total, que Sevilla es una ciudad mu bonica, muy típica y tópica y en la que hace una caló que pa qué. Habrá que volver. En invierno.

jueves, 20 de agosto de 2009

Gomorra o modorra

De verdad les digo que estuve a un tris de titular este post algo así como manual práctico de la autofelación” “chúpatela tu mismo”, “cómo puedes mamártela en 10 pasos”, o “autoayuda: lámetela y disfruta”. Y ustedes se preguntarán ¿por qué habría de ser tan soez si de lo que quiero hablar es de un libro?. Pues muy fácil: sería sin duda la entrada con más visitas del mundo mundial (bueno, vale, la entrada con más visitas de este blog).

De hecho, el post que titulé –inocentemente, lo juro- “autofelación a 200 km/h.” es con muuuuucha diferencia el que más visitas recibe al cabo del día. Por ejemplo, en las últimas 24 horas, 18 internautas de las más diversas nacionalidades han caído por aquí tras buscar en ese peazo oráculo llamado Google el término “autofelación”. Lo que sin duda les permitirá sacar dos rápidas conclusiones:

  • Este blog no lo visita ni el Tato

  • El mundo está lleno de personajillos rarunos, practicantes del "Do It Yourself", que acabarán retorciéndose de dolor, con el mazapán en la mano y el espinazo roto.
Pero bueno, este es un post serio... cultureta, incluso. Vamos, que como les he dicho, voy a hablar de literatura (para los que han llegado aquí buscando en google la forma de practicar una autofelación, no se vayan, quédense y quizás comprueben si es cierto es el dicho “la cultura te la pone dura”).

A ello. Quiero darles mi opinión sobre el último libro que he comenzado a leer (al igual que el último comentado, también editado por el Círculo de Lectores, que uno no va a dejar ahora de ser fiel a las tradiciones familiares).

Hasta la página 151. Más ha sido imposible. Miren, lo he intentado, pero no ha podido ser. No he podido pasar de esa página.

Mal asunto cuando en mis 20 minutos diarios de lectura obligada, en lugar de llevarme a la Roca el texto en cuestión, prefiero leer un periódico atrasado, un manual sobre tractores o directamente la etiqueta del gel del baño. Señal inequívoca de que el libro me aburre y no lo voy a terminar. Por mucho empeño que ponga.
Y eso es lo que me ha pasado con Gomorra”, la novela (¿novela?) de Roberto Saviano.



No es que el italianico escriba mal. Utiliza una narrativa correcta, sin simplonerías y sin emplear tampoco una retórica retorcida o pretenciosa. Su relato no es soso ni cae en la ostentación, no pretende embaucarnos con ficciones anodinas o demasiado inverosímiles ni abusa de estereotipos o modelos trillados. Es más, determinados pasajes del texto pueden llegar a engancharte por el interés que suscitan algunos de los hechos narrados. Ni si quiera se puede decir que la traducción sea mala o que la letra de imprenta sea demasiado pequeña (esto, que parece una chorrada y posiblemente lo sea, para mí tiene su aquél, que quieren. Quizás por eso soy seguidor acérrimo del Círculo).

Entonces…¿por qué no he pasado de la página 151? Verán, el tal Saviano es un napolitano que sabe un güevo sobre la camorra a base de investigar y vivir a pie de calle la realidad de un submundo que a algunos nos queda ciertamente lejos. Y son estas vivencias las que le sirven de base para escribir “Gomorra”.

Pero el problema es que se trata de un investigador de corte universitario (filósofo pa más señas) que ha realizado diversos estudios y publicado reportajes periodísticos. Y cuando se ha puesto a escribir su primera novela, pa mí que lo ha hecho de la única forma que sabe: igual que si se tratara de un artículo de investigación.

Sin línea argumental ni trama (al menos yo no la he visto y me he chupado casi medio libro), con una ondanada (y digo ondanada, no andanada. Soy un gañan ¿¿que passssa???) de datos, nombres y fechas que saturan hasta al más bendito y con cierto toque vanidoso por parte del autor, las ¿historias? que relata estarían bien para una colección de reportajes periodísticos publicados en varias entregas (eso sí, con menos referencias a fulanos, lugares y fechas, porelamordedior, que no es una guía de teléfonossssss). Pero para ser editados todos ahí junticos, en una sola dosis....uf..demasié pal cuerpo: al final la Gomorra acaba produciendo una modorra que se caga la perrita.

zzzzzzzzzzzzzzzzzz....

En fin, que como libro de consulta es estupendo si quieres doctorarte en camorrismo, iniciarte en el mundo del facinerío (este término no existe, pero que bien suena, oigan) o ligarte a la Pantoja (¡oh, que sutil que soy!). Pero para disfrutar de los 20 minutos de matutino relax y solazamiento (esta palabra tampoco existe, es que hoy estoy de una inventiva que pa qué), con las posaderas suspendidas en el vacío y las piernas agarrotás… pues como que no.

Ahora me he puesto con el primero de la trilogía del Stieg Larsson -"Los hombres que no amaban a las mujeres"- que hasta las lectoras más reacias lo recomiendan después de leerlo. Ya sus contaré pero no sé porque me da que el gusto por esta novela tiene que ver con el sexo (no con el sexo en que estáis pensando, sino con el sexo -género- femenino o masculino del lector).

Por cierto, no he visto la película de Gomorra. Pero me da que, o es un truño, o poco tiene que ver con el libro.

jueves, 13 de agosto de 2009

I'm Yours

Pues eso.

(ustedes me perdonen la cursilería, pero nadie es de piedra)

martes, 11 de agosto de 2009

O no

iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiip ..........biiiiip.........biip.....bip...bip...bip

The End

bip..bip..bip..biiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

domingo, 9 de agosto de 2009

Insisto.

Insisto. Yo no soy él.

Quizás te lo parezca.
Quizás te lo recuerde.
Quizás estés tan llena de desencantos
que cualquier indicio se convierte en sospecha,
que cualquier sospecha se traduce en temor.


Pero insisto. Yo no soy él.

Acaso tengas razón.
Acaso tras mi frente también todo sea ancho y ajeno.
Acaso esta vez no te atrevas a saltar.
Acaso esta vez busques el amparo del olvido.


Pero insisto. Yo no soy él.

Porque hoy intuyo el menoscabo que causó en tu confianza.
Porque hoy entiendo la determinación de tus juicios.
Porque hoy concibo la lógica de tus prejuicios .
Porque hoy la negra sombra cobra sentido.


Porque nunca devastaré tus cimientos.
Porque nunca te mandaré al demonio.
Porque nunca parasitaré tu lucidez.
Porque nunca entenebreceré tu alegría.

Porque si también te hiciste ilusiones a medida
esta vez no hay nigún odio tras la sonrisa.


Por eso, puedes creerme cuando te insisto.
Yo no soy él.


Por eso, no dejes que este tiempo de incertidumbre
convierta nuestro desasosiego en una cadena.


Salta. Llevas paracaidas.


sábado, 8 de agosto de 2009

Defectos y desafectos

Una de las cosas que se suelen hacer cuando te quedas sólo después de mantener una relación más o menos larga, es un examen de conciencia. Repasas todo lo bueno y malo que tienes , todo lo que te gustaría (y sabes que nunca podrás) cambiar y todo lo que hace que te sientas bien como persona.

Lo más fácil (por abundante, generalmente) suele ser reconocer la parte negativa de uno. En mi caso son varios y pintos los defectos que me achaco:
  • Mi doble personalidad. Que la tengo, o al menos eso me dicen quienes bien me conocen. Y deben de tener razón, porque el título de este blog y el nombre de mi perfil surgieron espontáneamente, pero a la vista de lo visto, no fue algo casual. Sin embargo, aunque me provoque conflictos conmigo mismo, tener dos personalidades tiene sus ventajas, si es que funciona igual que las siete vidas de los gatos: cuando se me muera una, siempre me quedará la otra. Pero me aflige especular con cuál de las dos se irá antes, si la mala o la peor.

  • Mi despiste vocacional, el cual me ha llevado a vivir situaciones muy vergonzantes. Por poner un ejemplo: en una ocasión, hallándome en el buffet de un hotel (estaba de vacaciones por tierras caribeñas) y tras llenar dos platos de ricas viandas, me dirigí a la mesa en la que me esperaba mi pareja por aquellas fechas y me senté a su lado. Hasta pasado más de un minuto no me di cuenta de que quien estaba a frente a mi no era morena y de ojos marrones, sino rubia y de ojos azul cielo. Me había equivocado de mesa. Cuando me percaté de mi pifia me turbé de tal forma que me sobresalté, tirando la copa de vino tinto sobre el vestido de la estupefacta y anónima compañera de mesa. Por suerte, la chica tenía muy buen talante y se tomó aquel bochornoso espectáculo con humor. Por supuesto, no volví a aparecer por el comedor del hotel el resto de mis vacaciones.

  • Mi mala memoria. La cual, unida a mi despiste, me hace ir por la vida como un perfecto idiota. Puedo leer un libro, ver una película o escuchar una canción varias veces como si fuese la primera vez; me saluda gente por la calle que para mí son perfectos desconocidos, nunca retengo el nombre de la chica que tengo enfrente dándome palique y jamás recuerdo dónde he dejado las llaves, el tabaco, las gafas, la cartera o el móvil. Para combatir esta amnesia me compré una Moleskine con el fin de apuntar todo aquello que sé que se me va a olvidar, pero… ¿cómo recordar dónde coño he dejado la Moleskine?.
  • Mis manías. Pensaba que eran un poco raras, pero la mayoría son de lo más corrientillas. Pisar las rayas entre las baldosas con un solo pie (al puro estilo Jack Nicholson en “Mejor imposible”, pero disimulando), comprobar y re-comprobar que he desenchufado la plancha y el ordenador antes de salir de casa (y aún así, debido a mi despiste y mala memoria, han sido muchas las veces que se han quedado encendidos), morderme la piel de las puntas de los dedos (agggg), quitarme las gafas para comer, hablar de futbol sin tener ni puñetera idea o menoscabar mis relaciones sentimentales en algun viaje a una isla (manía involuntaria, perfecto efecto del síndrome de insularidad) son algunas de ellas. Sólo algunas.
  • Mi mala leche. Inoportuna, algunas veces improcedente e injusta y siempre efímera. Debe ser cosa del efecto “cuenca minera” que forma parte de mi código genético (o geniótico). Una putada, y de las gordas.
  • Mi animadversión por mi trabajo. Sí, ya sé, a la mayoría de la gente le pasa. Pero es que a mí mi curro me gustaba, pero cada día que pasa lo aborrezco más y más. Aún así, me da de comer, oiga, así que como dice el ladronzuelo politiquillo Jaume Matas … ajo, agua y resina.
  • Mi inseguridad, que me lleva a ser más perfeccionista de lo que debería, precisamente en aquellas cosas que menos deberían importar en la vida.
  • Mi aversión por las segundas oportunidades. Nunca funcionan. Por eso, si algo falla a la primera ocasión… lo repito por lo menos tres veces.
En fin, estas son algunas de mis taras, aunque no las únicas. Pero tampoco se trata de darme caña, que el masoquismo no está entre ellas (¿o sí?). Para otra ocasión, mis excelsitudes, si es que dan para un post.

viernes, 7 de agosto de 2009

Hace 40 años

Hoy hace 40 años que se publicó el Abbey Road de los Beatles. No soy beatlelniano. De hecho no soy en absoluto melómano. Aunque de este disco siempre me llamó la atención su portada, llena de leyendas urbanas (además de ser casi tan viejuno como yo). En conmemoración, una de las canciones de los de Liverpool que, aunque no es de este L.P., me toca la patata.



miércoles, 5 de agosto de 2009

Nadie es perfecto

En efecto, soy un perfecto imperfecto. Y que no aceptes mis defectos tiene como efecto desperfectos en nuestro afecto.